Un Tyrannosaurus rex
ronda la ciudad.
¡Muévete, conchetumare!
le grita un sujeto.
Disculpe
dice el Tyrannosaurus
y sigue su rumbo.
En el trayecto
choca con vendedores ambulantes
¡por la chucha!
mujeres de la realeza
¡mocoso insolente!
artesanos
¡hermano, más cuidado!
evangélicos
¡santo cielo!
ejecutivos
¿podría agendar la reunión para mañana?
volados
...
jóvenes impacientes
¡pucha!, ¿por qué no llega?
ñoños
¡oye!, en la esquina hay un Rattata.
No me quiero ir en micro
piensa
siempre debo pagar pasaje completo
sólo por el espacio que ocupo
y aunque me encoja
el chofer pide lo mismo.
Pero se sube
de todas maneras
y se sienta al lado de otro dinosaurio
también marginado por los pasajeros.
Hablan bastante
acerca de las inclemencias del tiempo
se recomiendan atajos
y rutas despejadas.
Al día siguiente
cae un meteorito.
Pasan casi 70 millones de años
y nace todo lo antes visto.
Cada cosa y persona
vuelve a su lugar
como si sólo se hubiese tratado
de un mero traslado;
algunos transeúntes aún gritan
muévete, conchetumare
y la ciudad aún no tiene ciclovías.
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