miércoles, 7 de septiembre de 2016

Carta a un señor director

Un Tyrannosaurus rex
ronda la ciudad.
¡Muévete, conchetumare!
le grita un sujeto.
Disculpe
dice el Tyrannosaurus
y sigue su rumbo.

En el trayecto

choca con vendedores ambulantes
¡por la chucha!
mujeres de la realeza
¡mocoso insolente!
artesanos
¡hermano, más cuidado!
evangélicos
¡santo cielo!
ejecutivos
¿podría agendar la reunión para mañana?
volados
...
jóvenes impacientes 
¡pucha!, ¿por qué no llega?
ñoños
¡oye!, en la esquina hay un Rattata.

No me quiero ir en micro

piensa
siempre debo pagar pasaje completo
sólo por el espacio que ocupo
y aunque me encoja
el chofer pide lo mismo.

Pero se sube

de todas maneras
y se sienta al lado de otro dinosaurio
también marginado por los pasajeros.
Hablan bastante
acerca de las inclemencias del tiempo
se recomiendan atajos
y rutas despejadas.

Al día siguiente

cae un meteorito.
Pasan casi 70 millones de años
y nace todo lo antes visto.
Cada cosa y persona
vuelve a su lugar 
como si sólo se hubiese tratado 
de un mero traslado;
algunos transeúntes aún gritan
muévete, conchetumare
y la ciudad aún no tiene ciclovías.